Puerto Ballenero
La ubicación geográfica es la que determina que la pesca en Comillas ya fuese desde antaño una de las principales actividades económicas. En un principio, se realizaba con pinazas que varaban en la playa. El fin era satisfacer las necesidades de la población o bien efectuar el trueque con pueblos vecinos. El puerto que hoy conocemos no se empieza a construir hasta el año 1603, concluyéndose algo más de un siglo después, en 1716.
Una de las actividades principales de Comillas fue la captura de las ballenas. Estaban presentes en las costas cantábricas de noviembre a marzo. Eran oteadas desde las atalayas (situadas en Portillo, Santa Lucía, Trasvía y Oyambre) y desde ellas el atalayero daba el aviso al resto de sus compañeros, con señales de humo, cuernos o banderas.
Las pinazas se lanzaban al mar, con el arponero en la proa. Lanzado el primer arpón, el cetáceo quedaba herido y unido a la barcaza por la cuerda, lo que facilitaba que el resto de embarcaciones desangrasen al animal hasta que, debilitado, podía ser conducido a tierra.
Ya en la playa, en la conocida como “Piedra de la Ballena” era despiezada. Parece ser que según las costumbres de la época, el primer trozo era para el atalayero, una parte para la Iglesia y otra para el Ayuntamiento. Luego, era transportada a la Casa de la Ballena (hoy cuartel de la guardia civil) y a las cabañas, donde se procedía a su transformación en aceite o saín.
Además de los marineros comillanos, para estas costeras se censaban en la temporada de invierno los marineros vascos, con el fin de poder participar en las capturas y comerciar con sus productos.
En 1720 concluyó la actividad ballenera en Comillas, pero fue tal la fama de los arponeros comillanos que 60 años después, aún eran reclamados en Canarias.
Aún hoy se sigue recordando a Ignacio Fernández de Castro, como el más importante ballenero comillano.